Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

viernes, 29 de abril de 2011

(76) Marrakech, Jemâa el Fna. Atentado, muerte y terror en “mi” plaza, antesala del Sáhara
Marrakech, Jemâa el-Fna. Attentato, morte e terrore nella “mia” piazza, anticamera del Sahara

Una bomba en el bar Argana de la Jemâa el-Fna de Marrakech, uno de mis bares preferidos en esa “mi” plaza, que es etapa fija en las últimas cuatro décadas de mi vagabundeo entre los amigos nómadas del Sahara. La bomba ha estallado por la mañana y a mí me ha estallado como en mi propia casa. A estas horas ya es noche, es decir el día siguiente, y ya transmití el artículo a mi periódico el balance provisional es de quince muertos y una veintena de heridos. Pero lo que han herido, además de unos seres humanos y sus familias, es un cruce de caminos y de civilizaciones, un rincón Patrimonio oral de la Humanidad, la atalaya desde la que el desierto ha mirado a Europa y Europa ha mirado al desierto.
  No me extiendo más. Lo que siento por la Jemâa lo he escrito en muchos artículos, lo he contado por radio y en reportajes de televisión. Y si quieren saber más, en mi libro “Sahara - Viaje a la sabiduría de las gentes del desierto” hay un capítulo en el que lo cuento con mayor extensión.
  Ahora sólo me queda decir que, en un radio de pocos cientos de metros alrededor de mi casa, a lo largo de la locura etarra he visto algunas decenas de cuerpos de seres cobardemente asesinados en unos cuantos atentados. Siempre me han conmovido las víctimas y me han cabreado los asesinos. Hoy he vuelto a conmoverme y a cabrearme, en la distancia. Espero que sea la última vez.
  Jemâa el-Fna, dari, nour el aïn…

Una bomba nel bar Argana della Jemâa el-Fna di Marrakech, uno dei miei bar preferiti in quella “mia” piazza, che è tappa fissa negli ultimi quattro decenni di vagabondaggio tra gli amici nomadi del Sahara. La bomba è esplosa al mattino e a me è esplosa come in casa. A quest’ora – già è notte, già è il giorno dopo e da qualche ora ho trasmesso l’articolo al mio giornale – il bilancio provvisorio è di quindici morti e una ventina di feriti. Ciò che hanno ferito, oltre a esseri umani e le loro famiglie, è, però, un crocevia di storie e di civiltà, un angolo Patrimonio orale dell’Umanità, la vedetta dalla quale il deserto ha guardato all’Europa e l’Europa ha guardato al deserto.
  Non mi estendo. Ciò che provo per la Jemâa l’ho scritto in molti articoli, l’ho raccontato alla radio e in reportage per la tv. E se proprio ne volete sapere di più, nel mio libro “Sahara - Un viaggio alla saggezza delle genti del deserto” c’è un capitolo in cui ne parlo con maggiore estensione.
  Ora mi resta solo da dire che, in un raggio di poche centinaia di metri attorno al mio domicilio, nel corso degli anni della follia dell’Eta ho visto alcune decine di persone vilmente assassinate in vari attentati. Mi hanno sempre commosso le vittime e mi hanno fatto imbestialire gli assassini. Oggi mi sono commosso e imbestialito ancora una volta, a distanza. Spero che sia l’ultima volta.
  Jemâa el-Fna, dari, nour el aïn…

jueves, 28 de abril de 2011

(75) Periodistas “perioactivistas”, la independencia en la que ni ellos mismos creen. Yo muchos menos
Giornalisti “giornattivisti”, l’indipendenza in cui neppure loro stessi credono. Io molto meno


Entre las cosas que me revuelven, un día sí y otro también, están las afirmaciones de unos cuantos periodistas (muchos, demasiados y de ambos sexos) que insisten sobre su propia imparcialidad y equilibrio: «Yo trato a todos de la misma manera». Luego ocurre que hasta un invidente marciano que entendiese sólo el arameo se daría cuenta de que con un entrevistado se es condescendiente mientras que a otro, de opuesto o lejano signo ideológico, se le pregunta y repregunta con el intento de que se meta en jardín o en un callejón sin salida. A veces hasta llegando al auténtico acoso.
  Esto ocurre a un lado y al otro del espectro político. Y en ambos lados, muchos periodistas – cada uno con su plumero bien visible, conocido y consolidado en el tiempo – pretenden que sigamos tragándonos su supuesta toma de distancia de la parcialidad.
  Por favor, que no tomen el pelo a lectores, oyentes y telespectadores.  Que no insulten la inteligencia. Que en la profesión, más o menos, todos nos conocemos y sabemos hasta de quien es primo ese o esa colega y para quien trabaja la mujer, el marido, el hijo y el sobrino de su tía Pepi. Que estamos en el año 2011, que al final todo se sabe.
  De veras, no nos tomen el pelo. Se lo ruega un colega que puede permitirse el lujo de no haber poseído nunca un carnet, tampoco de haber militado, mucho menos de simpatizar y menos todavía de hacer, decir o escribir algo a favor o en contra, salvo que se trate de opinión firmada y alejada del relato objetivo. ¿No se lo creen? Pues allí están las hemerotecas de cuatro abundantes décadas.
  ¿Quieren seguir militando y apoyando a alguien? Si quieren y se lo permite el medio, háganlo. Pero que digan con toda claridad donde se colocan y de quienes son forofos. Para que algunos no les viésemos tan falsos y patéticos y el público en general no siguiera creyendo siempre menos en esta que sigue siendo un bonita profesión. Cargada de mucha responsabilidad, a lo mejor demasiada para ciertos colegas que no consiguen dejar en casa su militancia política.
 
*** De los medios que se proclaman “independientes” (¿De las subvenciones públicas? ¿De las contratas? ¿De las campañas institucionales? ¿De las leyes ad hoc?) ya hablaremos otro día.
 
 
Tra le cose che più m’indignano, un giorno sì e l’altro pure, ci sono le affermazioni di un bel po’ di giornalisti (molti, troppi e di entrambi i sessi) che insistono sulla propria imparzialità ed equilibrio: «Io tratto tutti allo stesso modo». Poi succede che anche un non vedente marziano in grado di capire solo l’aramaico si renderebbe conto che con un intervistato si è condiscendenti mentre a un altro, di opposto o lontano segno ideologico, si fanno domande e contro-domande nel tentativo di farlo cadere in una contraddizione o in una trappola. Molto spesso si giunge a evidenti attacchi.
  Tutto ciò accade da una parte e dall’altro dello spettro ideologico. E in entrambi i lati, molti giornalisti – ciascuno con la propria militanza nota, ben evidente e consolidata nel tempo – pretendono che noi si continui a “bere” la loro presunta presa di distanza dalla parzialità.
  Per favore, che non prendano in giro lettori, ascoltatori e telespettatori. Che non insultino l’intelligenza. Perché nella professione, suppergiù, tutti ci conosciamo e sappiamo di chi è cugino quel o quella collega e per chi lavorano la moglie, il marito, il figlio e il nipote della zia Carlotta. Ci troviamo nel 2011 e alla fine tutto si viene a sapere.
  Sul serio, che non ci prendano in giro. Lo chiede un collega che può permettersi il lusso di non aver mai posseduto una tessera, di non aver militato, molto meno di aver simpatizzato e ancora meno di fare, dire o scrivere qualcosa a favore o contro, salvo che si tratti di opinioni firmate e staccate dal racconto obiettivo dei fatti. Non lo credono? A disposizione ci sono oltre otto lustri di emeroteca.
  Vogliono continuare a militare e sostenere qualcuno? Se lo vogliono e lo consente il mezzo d’informazione, che lo facciano pure. Dicano, però, con la massima chiarezza, dove si collocano e per chi fanno il tifo. Per evitare di vedere alcuni tanto falsi e patetici e far sì che il pubblico, in generale, continui a credere sempre meno in questa che è pur sempre una bella professione. Una professione carica di molte responsabilità, forse troppe per certi colleghi che non riescono a lasciare a casa la loro militanza politica.

*** Dei media che si proclamano “indipendenti” (dalle sovvenzioni pubbliche, dalle concessioni, dalle campagne istituzionali, dalle leggi ad hoc?) parleremo un altro giorno.

martes, 26 de abril de 2011

(74) Gutenberg ha muerto. ¡Viva la Web! - El gran cacao mental entre viejo y “¿nuevo?” periodismo
Gutenberg è morto. Viva la Web! - La grande confusione tra il vecchio e il “nuovo?” giornalismo

No es la primera vez. He dado una enésima vuelta, fisgoneando y escuchando, en foros italianos y españoles en los que muchos colegas, y aspirantes colegas, se miran el ombligo mientras otros, los menos, intentan que el periodismo de ayer y el de hoy puedan instalar puentes de comprensión y de colaboración. Lo siento, después de atragantarme con teorías de todo tipo (parole…parole...), sigo instalado en la decepción, en una decepción mayúscula.
  La mayoría decreta sin apelación la segunda y definitiva muerte de Gutenberg y la desaparición de toda su galaxia. Y mira con mucho candor a lo nuevo. Pero muy pocos abogan por calidad, fiabilidad, independencia, credibilidad y viabilidad. Lo rápido y eficaz, con que se lea, es el objetivo. Y que alguien pague el juguete, es decir el medio, que gaste sin preguntar si hay horizonte de beneficios y, además, que no incordie a la redacción porque el medio es de los periodistas. Y de nadie más.
  Luego hay muchos vuelos fantásticos sobre el mito de eso que se define como “periodismo ciudadano”, sobre las estrategias de captación de lectores y una larga retahíla de propuestas para crecer, seguir creciendo y llegar a ser alguien en el mundo de los medios virtuales.
  Otro apunte. Nadie, o casi nadie, entre los que abogan para que alguien apueste por nuevas vías de información on line, presenta el relativo plan financiero. Y sigo preguntándome: ¿Por qué alguien tendría que invertir un dinero, sus cuartos,  en lo que no ve? O en lo que ve demasiado fácil y por eso desconfía.
  Que conste. Estoy on line desde cuando Internet todavía ni siquiera era Arpanet; cuando unos cuantos, pocos miles en todo el mundo, conectábamos con las entonces heroicas redes BBS, con pantallas de sólo texto en ámbar y no más de 32 o 64 Kbytes de memoria. Y los soportes de memorias eran tarjetas perforadas de cartulina y cintas. Pero hoy, aun creyendo posibles los milagros, percibo más entusiasmo que capacidad de empresa. Porque de eso se trata, de empresas periodísticas, no sólo de escribir y navegar.
  De momento, una mano firmemente agarrada a mi amigo Gutenberg y la otra prudentemente tendida hacia el presente y el inescrutable futuro. Sin soñar y con los ojos bien abiertos.


Non è la prima volta. Ho fatto un ennesimo giro, curiosando e ascoltando, nei fori italiani e spagnoli in cui molto colleghi, e aspiranti colleghi, si guardano l’ombelico mentre altri, una minoranza, cercano di far sì che il giornalismo di ieri e quello di oggi possano lanciare ponti di comprensione e collaborazione. Mi spiace, dopo aver fatto indigestione di teorie di vario genere (parole…parole…), mi mantengo nello scetticismo, in un grande e deluso scetticismo.  
  La maggioranza decreta senza appello la seconda e definitiva morte di Gutenberg e la scomparsa di tutta la sua galassia. E guarda con grande candore al nuovo. Ben pochi, però, auspicano qualità, affidabilità, indipendenza, attendibilità e fattibilità. Rapido ed efficace, l’importante è che si legga, è il binomio, parola d’ordine e obiettivo. E poi, che qualcuno paghi il giocattolo, cioè il mezzo, che spenda senza fare domande su possibili orizzonti di utili e, inoltre, che non rompa le scatole alla redazione perché i media sono dei giornalisti. E di nessun altro.
  Poi ci sono molti voli pindarici sul mito di quello che è definito “giornalismo civico” o “giornalismo cittadino”, sulle strategie di captazione dei lettori e una lunga teoria di proposte per crescere, crescere e raggiungere il traguardo: essere qualcuno nel mondo dei media virtuali.
  Un altro appunto. Nessuno, o pressoché nessuno, tra chi chiede che qualcuno scommetta su nuove vie dell’informazione on line, presenta il relativo budget. E così continuo a chiedermi: per quale motivo qualcuno dovrebbe investire i suoi denari, in ciò che non vede? O investire in ciò che gli è dipinto come troppo facile e, pertanto, non si fida.
  Per la cronaca, io sono on line da quando Internet non era ancora neppure Arpanet; da quando alcuni, poche migliaia al mondo, ci collegavamo con le allora eroiche retti Bbs, con schermi di solo testo color ambra e non più di 32 o 64 Kilobytes di memoria. E i supporti memoria erano schede perforate di cartolina o nastri.  Oggi, però, nonostante ritenga possibili i miracoli, percepisco più entusiasmo che capacità d’impresa. Perché proprio di questo si tratta, di imprese giornalistiche, non solo di scrivere e navigare.
  Per ora resto con una mano fermamente afferrata al mio amico Gutenberg e con l’altra prudentemente tesa verso il presente e l’imperscrutabile futuro. Senza sognare e con gli occhi ben aperti.